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Empezar un nuevo año siempre es una oportunidad para tratar de llevar una vida más saludable y corregir los malos hábitos del anterior período. Sin embargo, nunca es tan fácil como parece cuando existe el abuso y la dependencia a las adicciones. Aunque el fin de las fiestas navideñas haya llegado, los próximos días no suponen una etapa agradable para todo el mundo.
Si en diciembre es costumbre vivir el tiempo de los excesos, de los caprichos y del abuso, enero supone un período más tranquilo, pero más conflictivo. Terminadas las fiestas, puede parecer que todo vuelva a la normalidad y a la rutina cotidianas. Porque ya no hay regalos que comprar ni más festividades importantes que celebrar en familia y con amigos.
Para una persona que se haya permitido la libertad de romper sus hábitos durante las celebraciones, puede suponer un respiro. Aun así, para los colectivos más vulnerables y dependientes a una adicción puede suponer una recaída. Enero supone una etapa vacía, en que después de un diciembre convulso por el alcohol, las compras, la adicción al juego y otras dependencias, los individuos pueden experimentar depresiones profundas.
Volver a la rutina habitual es siempre difícil. Lo es más cuando se parte de unos días vacacionales llenos de celebraciones. En consecuencia, las primeras semanas del nuevo año pueden parecer insignificantes. De esta manera, un adicto puede creer que no existe un motivo de peso para volver a la normalidad. La falta de emociones choca con las experiencias del mes pasado, causando una gran depresión, y ansiedad durante los primeros días de trabajo.
La fría realidad que les viene encima es poco apetecible y necesitan de un aliciente para afrontarlo. En este momento es cuando hay más probabilidad de sufrir una recaída o de caer en la dependencia para evitar el dolor. Por ello, se producen los primeros encuentros con el alcohol, la cocaína o la marihuana. En el caso de trastornos de la personalidad, se ven incrementados por el período de rebajas o la llamada “cuesta de enero”.
Por ello, hay que mantener la calma en todo momento y tratar de mediar con cualquier situación. Si no se supera la fase de adaptación al entorno laboral o escolar, debe pedirse ayuda a los seres queridos. Estas personas pueden proporcionar apoyo moral en los momentos más oscuros para evitar una recaída o adicción repentina.