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El cerebro humano funciona, en gran medida, en base a procesos químicos. Las drogas, son sustancias químicas que actúan sobre el organismo. Por lo tanto, es fácil llegar a la conclusión de que las drogas tienen un efecto directo e inciden en el desarrollo de la capacidad cognitiva y en la estabilidad mental.
Además, en muchos casos, la adicción a determinadas sustancias y las enfermedades mentales, coexisten. Esta situación es denominada comorbilidad, ya que hace referencia a cuando hay patologías que se presentan al mismo tiempo o seguidas, pero que en algún aspecto se influyen mutuamente. Se caracteriza por la presencia de un trastorno primario y enfermedad secundaria (como mínimo).
En este sentido, los síntomas de la propia adicción y los del trastorno psíquico interactúan y se condicionan. Por ello, a veces suele ser difícil determinar cuál de las dos enfermedades es la principal y cuál es la secundaria, si ambas surgen de un tercer factor o si tal vez las dos son secundarias.
En este sentido, podemos definir relaciones causales y relaciones de riesgo. Pero una vez que ambas patologías están presentes, se modifican mutuamente.
Un estudio que realizó la Universidad de Almería (UAL), afirmó que no se puede establecer una relación causal directa entre el consumo de sustancias y un mayor riesgo de desarrollar trastornos esquizofrénicos. Por el contrario, los jóvenes que consumían sustancias (alcohol, cannabis y cocaína) tendían a separarse de sus amigos. Y no sólo eso, sino que además, disfrutaban cada vez menos de actividades cotidianas que no tuvieran relación con las drogas. Así pues, empezaban a aislarse y a consumir más; cosa que podría conducirlos a presentar conductas propias de la esquizofrenia.
La mejor solución es prevenir las adicciones. Pero en escenarios en que éstas conviven con alguna enfermedad mental, la mejor solución es tratar ambas para aumentar las posibilidades de rehabilitación.